Gacy era un buen tipo, muchos lo consideraban como “un vecino modelo”. Atento, amable, siempre dispuesto a colaborar de forma desinteresada con las asociaciones para la mejora de la comunidad. Todo un ejemplo de ciudadano, a no ser, claro está, por las decenas de cadáveres que aparecieron, como el que no quiere la cosa, bajo su casa…
Casado, con dos hijos y homosexual reprimido, a los 26 años intentó abusar de un jovencito al que maniató. Todavía inexperto en esto de los asesinatos, el jovencito se escapó, lo denunció a la policía y el bueno de Wayne fue a parar con sus huesos en la cárcel. Lo condenaron a diez años de prisión, pero al igual que en su vida pública, Gacy fue en recluso modelo y consiguió que a los 18 meses de estar en prisión lo dejaran en libertad. Salió el 18 de junio de 1970.
Tras salir de prisión volvió a sus quehaceres, se reintegró, levantó un negocio próspero que daba trabajo, como no, a los jovencitos del barrio. Daba fiestas en su jardín multitudinarias a las que acudían las almas más piadosas de los alrededores, gente de las asociaciones en las que Gacy trabajaba, como la Defensa Civil de Chicago o los Jaycees, una especie de cámara de comercio para la juventud, y si todo esto es poco, se enfundaba su disfraz de Pogo, un payaso más terrorífico que divertido, y acudía en sus ratos libres a entretener a los niños de los hospitales y orfanatos cercanos. Un buen disfraz sin duda: ¿Quién iba a pensar que tras aquel payaso se escondía un violador, asesino y maníaco en potencia?
Gacy solía “cazar” a sus jóvenes víctimas en zonas para encuentros homosexuales –habitualmente en Bughouse Square, una zona sórdida y decadente en la que los prostitutos ofrecían sus servicios- o entre sus empleados. Con su consentimiento o habiéndolos dejados inconsciente mediante el uso de cloroformo, los conducía a su casa, donde los ataba, violaba y torturaba. Dedicaba bastante tiempo en la tortura de los jóvenes, apresándolos en una especie de garrote fabricado por él mismo y asfixiándoles hasta la inconsciencia, para esperar que volvieran en sí y volver a empezar. Finalmente los mataba y se deshacía de los cadáveres enterrándolos en el jardín de su casa o tirándolos en el río Des Plaines.
En marzo de 1978, Jeff Rignall deambulaba por la calle cuando Gacy, montado en su Oldsmobile, se paró a darle conversación y ofrecerle unas caladas de marihuana. Al parecerle un hombre amable, Rignall accedió a subir al coche, pero antes de que pudiera reaccionar, Gacy ya le había dejado inconsciente con cloroformo. Al volver en sí, el joven estaba en la casa de John, atado y siendo sodomizado con varios consoladores y un atizador de chimenea.
Cuando se hartó de él, Gacy lo dejó tirado en un descampado de Lincoln Park. Afortunadamente, Rignall consiguió sacar fuerzas para regresar a la casa de su novia. Tuvo que ser hospitalizado y sufrió daño renal permanente a causa de la gran cantidad de cloroformo que le aplicó Gacy: tras cada penetración, éste le dejaba inconsciente con dicha sustancia y, cuando volvía en sí, Rignall se encontraba en una nueva postura y escuchando lo que John decía que se disponía a hacerle. Aunque Jeff Rignall denunció lo sucedido, la policía no le hizo caso.
Robert Donnelly, universitario de 19 años, fue otra de las víctimas de Gacy que sobrevivió. Después de humillarlo y violarlo, John pasó toda la noche haciendo creer a Donnelly que lo mataría, primero jugando con él a la ruleta rusa con lo que resultó ser una bala de fogueo y después ahogándolo en la bañera una y otra vez hasta que quedaba sin conciencia. Finalmente, Gacy dejó al joven en libertad.
Aunque Robert Donnelly también presentó una denuncia, en esta ocasión fue el fiscal quien no quiso seguir adelante con la demanda, ya que creía que no era un testigo creíble: solía tartamudear y se encontraba en tratamiento psiquiátrico por el trauma causado por el ataque de Gacy, mientras que éste era un hombre respetado y querido por la comunidad.
zta xido el payaso no hablo de ti
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